Ya hemos hecho referencia en otras ocasiones a El Toboso como motivo pictórico, ya sea como pretexto para representaciones ideales evocando El Quijote o desde la realidad. Entre este último grupo se encuentra una obra del pintor Tristam Hillier (China, 1905-Inglaterra, 1983), que participó con el grupo de los surrealistas en los años treinta del siglo pasado, siendo influenciado por Giorgio de Chirico y Max Ernt. Perteneció al grupo Unit One liderado por Paul Nash. Después de la II Guerra Mundial vivió en Francia y en España, donde se inspiró para muchas de sus obras. Expuso en las mejores galerías del mundo y alcanzó cierto renombre.
En su obra Monasterio y fuente en El Toboso -pintada en 1958- reconocemos un típico espacio toboseño, aunque con inevitalbes licencias artísticas, que representa el rincón del pozo de la Gascona -donde el autor ha situado una fuente-, con el convento de trinitarias y las escuelas al fondo. Un agricultur se acerca en su burro, del que casi arrastra la carga -quizá cantando el romance de Roncesvalles, como en el Quijote-. En primer plano, a la izquierda, una silla un tanto enigmática aparece a pleno sol junto a la puerta de una casa cubierta por una cortina. Un pino improbable proyecta su sombra por las rodadas de la calle. La quietud y el silencio, el sol poderoso, toda la fuerza de un pasado no muy lejano -los años cincuenta del siglo pasado, en plena posguerra- que se acerca con la capacidad de evocación que otorgan la luz y el color -y el mito que subyace en cualquier rincón de nuestro pueblo.
Tristam Hillier, Monasterio y fuente en El Toboso, 1958
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