Mijaíl Koltsov (Kiev, 1898-Moscú,
1942) participó en la revolución rusa de 1917 y en la guerra civil posterior.
Inicialmente fue un comunista convencido y un intelectual y periodista
destacado de la URSS en los años veinte y treinta. Viajó como corresponsal a
numerosos países, entre ellos a España, durante la guerra civil. Algunos
historiadores lo consideran un agente personal de Stalin en España. Pero en
1938 fue detenido –al parecer denunciado por André Marty, la máxima autoridad
de las Brigadas Internacionales- en medio de la la Gran Purga estalinista,
condenado a muerte y fusilado en 1942.
Diario de la guerra de España se formó con los artículos que
Koltsov enviaba para su publicación en el diario Pravda. El escritor fue
testigo de la guerra civil española desde agosto de 1936 hasta noviembre de
1937. Después de haber permanecido durante varios meses en el Madrid sitiado
realizó un viaje hacia Valencia y pasó por El Toboso. Este es el relato que
escribió de lo que vio el 3 de febrero de 1937 –sigo la edición de la editorial
Planeta, Backlist, 2009, p.399 y ss. Las anotaciones son mías:
“(…) El campo está formado por
bancales ondulados, en suaves colinas; a lo lejos se divisaron una casas
blancas. Así, pues, será posible acostarse, dar un poco de descanso al hombro
dolorido, dormir un poco. Iban por el camino dos campesinas con blusas
bordadas, con pañuelos en la cabeza; en dirección contraria a la nuestra iba
otra, también con un pañuelo en la cabeza, montada en una caballería. Pero iba
montada no en un caballo, sino en un borrico. Y esto me recordó que la muchacha
montada en la caballería podía ser Dulcinea, la auténtica Dulcinea del Toboso,
la adorada dama del ingenioso y desdichado hidalgo don Quijote de la Mancha; me
recordó que no estábamos junta al Terek ni en el Kubán, en La Mancha, que el pueblo próximo era El
Toboso, del distrito de Quintanar, de la provincia de Toledo. El secretario se
llama Gregorio Gallego (1), nunca ha salido de La Mancha, con gran dificultad se
puede imaginar el Kubán y se quedaría más que asombrado al encontrarse allí con
mozas tocadas con pañuelos, exactamente como en Quintanar.
Gregorio Gallego Villegas
El Toboso nos ha recibido con
hosco ceño. Las casas aparecían inabordables, sin luces, como pequeñas
fortalezas de uno y dos pisos. En la pesada puerta de la iglesia, colgaba un
candado medieval y un letrero de cartón: “Depósito popular de grano
antifascista”. Una larga cola de amas de casa, con pañuelos negros, se torcía
como una serpiente tras la esquina y entraba en una tienda de comestibles.
Vendían chocolate para desleír, media libra por persona. La aldea se veía
limpia, como por Pascua; todo estaba barrido, todo ordenado y en su sitio.
Madrid acudía a la memoria como un inmenso vivac lleno de basura.
El alcalde (2) nos recibió amable y
circunspecto. Se estaba calentando ante un enorme brasero de cobre; el leve
humo de los carboncillos se elevaba hacia las ennegrecidas vigas del techo; al
extremo de la estancia vacía y baja de techo, sentados en un banco de piedra,
bajo una tabla con viejos decretos amarillentos, había unos campesinos fumando
en pipa y escuchando en silencio nuestra conversación.
Al principio hablamos de
cuestiones generales y políticas. El alcalde contó que los tiempos son
difíciles, desde luego, pero El Toboso los soporta sin el menor descontento y
toda la villa, como un solo hombre, es fiel al actual gobierno legítimo. En
particular él mismo, el alcalde, hacía cuanto podía para que El Toboso fuera un
ejemplo de lealtad y obediencia a las autoridades. De sí mismo dijo el alcalde
que, formalmente, era republicano, pero que por sus convicciones era comunista,
si bien tampoco le desagradaban las ideas anarquistas. A la pregunta de qué
opinión le merecía el Partido Socialista, el alcalde subrayó que también este
partido le había entusiasmado siempre. ¡Acaso se puede ser comunista sin ser
socialista y republicano! De los dos mil quinientos habitantes de El Toboso,
sólo mil cien participaron en las elecciones de febrero del año pasado. De
ellos, doscientos votaron por los partidos del Frente Popular, y novecientos
–el alcalde suspiró penosamente- votaron por los partidos de derecha y
fascistas. Después de la sublevación al comienzo de la guerra civil, quince
hombres fueron detenidos, unos once se escondieron (3). Los demás, a juicio del
alcalde, han comprendido sus errores y ahora, según él se ha expresado,
respiran con el mismo pecho que el Estado.
Por lo visto, esta parte de la
conversación ha sido la más delicada e incómoda para el alcalde, quien tan
pronto se frotaba las manos, ateridas, sobre el brasero, como se secaba el
sudor de la frente, como fruncía de manera muy significativa las cejas, como
soltaba una pícara risita de conejo, y se alegró mucho cuando recabó su
atención la llegada de una muchacha muy joven, muy alta y muy triste. (…)
La tierra alrededor de El Toboso
pertenece en su mayor parte a campesinos ricos y a pequeños propietarios. Aquí
hay pocas haciendas que no tengan cinco, cuatro, tres o por lo menos dos
braceros. Había también algunos grandes terratenientes, pero éstos se han
escapado, todos, al campo fascista, y la comunidad ha confiscado sus tierras,
unas dos mil hectáreas. En esas tierras, según ha comunicado solemnemente el
alcalde, se ha organizado un koljós (4).
-¿Cuántas familias la componen?
El alcalde no puede decirlo.
-¿Quién lo sabe? ¿Quién dirige el
koljós?
Había que entender la respuesta
en el sentido de que la tierra confiscada está bajo la dirección del comité del
Frente Popular (5), compuesto por representantes de todos los partidos políticos de
la localidad. Por lo que respecta a diferentes detalles como faenas del campo,
su distribución, utilización de los caballos y todo lo demás, el comité
dispone, para todo ello, de un director técnico (6), cuyo nombre el alcalde no
recordó.
Perdimos casi una hora para
encontrar al director técnico. Resultó ser un hombre de poca estatura, muy
listo, con autoritarios giros de lenguaje. A las primeras palabras se puso en
claro que no es el comité del Frente Popular, sino él, personalmente, quien
dirige todas las cuestiones relativas a lo que en El Toboso se denomina kiljós.
Con ayuda de braceros y de campesinos pobres, utilizando los mulos confiscados,
los aperos y las semillas, ya en enero y febrero labró la tierra y sembró
trigo, avena y cebada, y ahora está preparando la escardadura de los campos. Da
de comer, si bien muy parcamente, a los trabajadores y a sus familias. Al
principio entregaba a todos un mismo racionamiento, pero ahora ha introducido
una especie de pago por jornada de trabajo o mejor dicho, un pago en especies
por cada labor, efectuada a destajo. Ahora procura ponerse de acuerdo con los
trabajadores para la poda de las vides y la acolladura de los olivos.
-¿Con qué frecuencia se reúnen
los miembros del koljós? ¿Tienen ustedes alguna administración o dirección?
El director técnico explicó que
sólo se celebran reuniones para tratar de cuestiones políticas; en cuanto a las
técnicas (con este concepto lo abarcaba literalmente todo), el Comité del
Frente Popular le ha dado a él, al director técnico, plenos poderes para que lo
resuelva todo personalmente… Se ha sorprendido mucho cuando le he dicho que en
nuestro país, en la Unión Soviética, se entiende por koljós algo completamente
distinto.
-¿Y no sería mejor, por ahora,
entregar parte de la tierra confiscada a los campesinos que tienen poca y a los
bra ceros, individualmente o unidos en grupos?
No, ni el alcalde ni el director
técnico lo consideran justo.
A su juicio, los braceros y los
campesinos individuales no son capaces de cultivar la tierra por sí mismos. No
disponen para ello de fuerzas ni de recursos. Y lo más importante es que, al
distribuir la tierra, se podría armar algún lío, cosa que al alcalde le
preocupa. Dar la tierra es fácil, pero recuperarla otra vez es difícil. Por
este motivo, las figuras dirigentes de la villa de El Toboso han decidido por
ahora no tocar las haciendas confiscadas, mantenerlas en la mano y, después de
la guerra, cuando todo se aclare, ya se verá lo que con la tierra se hace.
Por ruego mío nos mostraron la
caballeriza de la hacienda colectiviva. Buena cuadra de albañilería. Treinta
mulos en el establo. Nunca se guardaban los arados –viejos arados, con rejas
cortas y romas, que en Rusia ya no se encuentran en ninguna parte-. Los mozos
de la cuadra abrevaban a los mulos con agua fresca y se llevaron a la mano a la
boina, saludando, al ver al “director técnico”. Todo, en conjunto, daba la
impresión de una buena finca administrada por un celoso intendente mientras el
dueño se encuentra en el extranjero". (...)
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1. Gregorio Gallego Villegas fue secretario local del Partido Comunista y destacado dirigente de UGT y participó en la actividad política en El Toboso y en Quintanar de la Orden durante estos años. Era hijo de Angel Gallego Ortiz, de Izquierda Republicana, el partido de Azaña, fue fusilado en el cementerio de Quintanar de la Orden en noviembre de 1939. Gregorio Gallego fue hecho prisionero al finalizar la guerra civil y ejecutado en Ocaña en 1941 -junto a otros 113 toboseños republicanos que fueron detenidos, 25 de los cuales fueron ejecutados-. El hermano de Gregorio, Manuel también fue represaliado y fusilado en 1939, así como su mujer Rosario Torres. Esta fue una de las familias procedentes de El Toboso más castigada por la represión franquista. Un hermano de Angel Gallego Ortiz, Hilario Gallego Ortiz fue juez de paz de El Toboso en 1942 e instructor de la Causa General franquista contra los republicanos en El Toboso.
2. Aún no he identificado con exactitud el nombre del alcalde de El Toboso en este momento. Puede tratarse de Nicolás Fuentes o tal vez de Julián López.
3. En realidad fueron 13 las personas de derechas hechas prisioneras y ejecutadas en El Toboso el 22 de agosto de 1936; otros prisioneros consiguieron salvarse de la ejecución.
4. Granja colectiva en la URSS, formada a partir de las tierras expropiadas a los latifundistas.
5. Coalición de partidos de izquierdas que ganó las elecciones a Cortes en febrero de 1936. El Ayuntamiento electo de El Toboso fue disuelto -el Alcalde, Jaime Martínez Pantoja fue ejecutado el 22 de agosto- y sustituido por el llamado Comité de Defensa del Frente Popular, que en El Toboso lo componían 8 miembros: 4 pertenecientes al sindicato de la UGT FETT, 2 a Izquierda Republicana y 2 al PCE. El Comité se subdividía en las siguientes delegaciones, aquí denominadas secciones o departamentos: Abastos, Guerra, Industria y Comercio, Banco, Auto-Transporte, Incautaciones y Panadería (Archivo Histórico Nacional, AGC, Secc. P-S Madrid, c. 683, El Toboso, Libro 1º. Actas del 20-X-1936 y del 22-X-1936. Cit. por J. M. Ruiz Alonso, La Guerra Civil. en la provincia de Toledo, Almud, 2004, t. I, p.259.
6. Desconocemos el nombre de este llamado director técnico
El alcalde de El Toboso por aquel entonces era Nicolás Fuentes, era mi bisabuelo. Estalló la guerra siendo él el alcalde. Fue el último alcalde republicano del pueblo.
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