Vicente Gallego y Teresa Ortiz el día de su boda
en 1913
La historia necesita pruebas para articular un relato creíble del pasado. La herramienta que justifica la labor del historiador es la seriedad en la utilización de las fuentes históricas. Sin duda una de las fuentes fundamentales para conocer el siglo pasado es la fotografía y El Toboso no es una excepción. Tomás Moreno y Herminia Morales han realizado una extraordinaria labor de búsqueda y ordenación de un material tan rico como disperso. Han ido casa por casa, conociendo la historia que hay detrás de cada fotografía y han realizado una difícil y meritoria selección que han agrupado por capítulos para facilitar su recorrido, que ha acabado culminando en el libro “Los legados de la tierra. El Toboso. Reencuentro con el ayer”.
Pero hay que remontarnos más atrás para explicar la evolución de esta villa, cuando no había fotografías que nos permitiesen constatar nuestro pasado. Tenemos que acudir a vestigios materiales como es el resto de una motilla –fortificación central rodeada de un poblado- llamada del Morrión junto al arroyo del Cuadrejón, ocupada desde la Edad del Bronce hasta la época ibera, para constatar evidencias de poblamiento humano en nuestro término municipal. También hay piezas líticas y de cerámica en el próximo yacimiento de El Nuño. De la época romana poco sabemos con certeza. Después de la presencia musulmana en la zona central de la península ibérica y cuando el avance de la expansión de los reinos cristianos desde el norte se afianza a partir del siglo XIII, se comienza a repoblar esta zona. Así se va a fundar El Toboso por el maestre de la Orden de Santiago D. Pelay Pérez Correa a mediados de este siglo, para asegurar el camino a Murcia. El Toboso conserva dos puertas de piedra con estructura en codo en las entradas al recinto amurallado. Pero la época de expansión demográfica es el siglo XVI, pasando de 200 vecinos en 1507 a 1200 en 1603 (unos 5.000 habitantes). En la encuesta mandada hacer por Felipe II en 1576 se ofrecen abundantes datos para conocer la sociedad y la economía de la época. Muestra de su importancia en esta época es su imponente iglesia Parroquial. Es la época de El Quijote. Pero el siglo XVII traerá al igual que en el resto del reino decadencia y despoblamiento –a finales del siglo El Toboso ha perdido la mitad de su población. No obstante, se construye el escurialense monasterio trinitario. El siglo XVIII supone una lenta recuperación –como se pone de manifiesto en el catastro del Marqués de la Ensenada de 1752-. El paso del Antiguo Régimen al sistema liberal traerá numerosos cambios en el siglo XIX. Las desamortizaciones de los cuantiosos bienes eclesiásticos del municipio ponen en manos de burgueses de fuera miles de fanegas de tierra. El pueblo sigue siendo eminentemente agrícola y aún se conservan algunos hornos de las famosas tinajas toboseñas.
En 1905, coincidiendo con el III centenario de la primera parte de El Quijote, Azorín dejará una imagen descarnada de la decadencia que vive el pueblo, con vestigios semiderruidos del pasado. Y aquí ya contamos con series de fotografías con instantáneas del pueblo.
Desde finales del siglo XIX ya tenemos fotografías como pruebas, como pistas del pasado, que nos ayudan a comprender cómo era la sociedad de la época. Las fotografías más antiguas suelen representar a familias más o menos acomodadas posando para un fotógrafo por encargo. Si tenemos imágenes de pastores o campesinos o escenas populares se las debemos a fotógrafos foráneos en busca del tipismo manchego. De la época de la Dictadura de Primo de Rivera nos llama la atención por su rotundidad las fotografías del somatén, cuerpo auxiliar del orden vigente de civiles armados. Y hay fotografías de la magnífica escuela pública construida en este período. Durante la II República disponemos de las fotografías del gran fotógrafo catalán afincado en Quintanar de la Orden Joaquín Arnau. No mencionamos aquí otra fuente como es el cine –por ejemplo hay extraordinarias imágenes de El Toboso en el documental de Ramón Biadiu La ruta de D. Quijote de 1934. Los historiadores suelen considerar la importancia tanto de las fuentes históricas conservadas como de las desaparecidas u omitidas. Y así tenemos que pasar por alto la difícil época de la guerra civil de 1936, para llegar a las fotografías de la posguerra. El uso de la fotografía se va generalizando, y va siendo habitual tener una cámara fotográfica, por lo que disponemos de mayor variedad de temas y modelos. Son habituales las escenas de las tareas agrícolas, procesiones, celebraciones familiares, escenas escolares, servicio militar, fiestas … El Toboso sigue siendo un pueblo agrícola que a lo largo de los años sesenta del siglo pasado experimenta una notable caída demográfica fruto de la emigración a las ciudades industriales –disponemos de alguna fotografía de estos emigrantes toboseños.
Y nos detenemos a principios de los años 70, porque ahí empieza otra etapa más reciente, de la que hay de millones de fotografías –sobre todo digitales- que la historia acabará por seleccionar.
Esta muestra fotográfica supone un documento de primer orden para el estudio de la historia de El Toboso, así como un encuentro emotivo con nuestros recuerdos familiares.
Luis Gómez Gallego
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