Francisco Javier Escudero ha intentado hacer en su reciente libro Eso
no estaba en mi libro de Miguel de Cervantes una síntesis muy personal de sus
amplias lecturas e investigaciones sobre el gran novelista. Va recorriendo las
distintas polémicas en torno a las diferentes etapas de la ajetreada vida
del alcalaíno, y no intenta sentar cátedra sino que más bien va planteando distintos
puntos de vista y a veces se atreve a plantear sus dudas y a aventurar hipótesis
a partir de los escasos y contradictorios datos de la vida del escritor. En un momento de
sinceridad, se pregunta: “Cervantes, ¿qué nos has legado? Si tomamos un camino
lo vemos como fiel católico; si tomamos otros, demuestra excesivo interés en lo
herético y anticristiano: ¿qué dirección tomamos ahora que se divide en dos? Es
un autor complejo y que sigue siendo desconcertante”.
Respecto al realismo en las obras de Cervantes, siguiendo la herencia de grandes cervantistas como Luis Astrana Marín, Escudero, a partir de sus propias y exhaustivas investigaciones en los archivos, propone diferentes identificaciones de los personajes y escenarios de la ficción. Todos conocemos los excesos y extravagancias que se han vertido intentado apropiarse de los territorios y personajes que creó el novelista, pero en este ensayo se evitan ocurrencias más o menos interesadas vistas desde el campanario de aldea.
Escudero nos plantea más contradicciones que certezas pero de eso se trata, de no dar nada por sentado porque en torno a Cervantes no hay casi nada seguro, dada la parquedad de fuentes directas, quizás, eso sí, que tuvo una vida difícil, que pudo tener motivos para estar resentido por el trato injusto que recibió, pero estas circunstancias estuvieron en el origen de la grandeza de su literatura, lo que le permitió tener el bagaje vital imprescindible para crear obras universales e imperecederas.