lunes, 22 de julio de 2024

Las investigaciones de María Ghazali sobre El Toboso

 

María Ghazali es la historiadora que mejor ha investigado la historia de El Toboso desde su inédita tesis doctoral El Toboso, village de La Manche (1554-1664) por la universidad de Montpellier en 1989, donde rastreó munuciosamente los archivos y sacó a la luz interesantísimos hechos de historia social. Por supuesto, esta extraordinaria investigación permaneció desapercibida en esta villa, tan proclive a ignorar su realidad histórica y a construir fantasías sobre su propio pasado. Recientemente he descubierto una colaboración suya en un libro colectivo L’Inquisition: un pouvoir au service d’une politique de répression et d’acculturation catholique. L’exemple d’El Toboso, village de La Manche, donde traza un resumen de la actuación inquisitorial a lo largo de los siglos.

A partir del estudio de los procesos inquisitoriales conservados en el Archivo Diocesano de Cuenca pertenecientes a El Toboso, esta autora establece el siguiente esquema:

1.    Entre 1492 y 1519 hay 10 procesos referidos a los primeros acusados de ser judaizantes

2.    Entre 1563 y 1617, después del Concilio de Trento, se conservan 36 procesos, referidos a casos de judaísmo, mahometanismo, luteranismo.

3.    Desde 1622, las víctimas principales son los conversos portugueses

4.    Entre 1625 y 1664 se conservan 21 procesos, en relación a casos de judaísmo, solicitación (de curas sobre feligresas)…

5.    De 1687 a 1693 el Santo Oficio  persiguió incluso a miembros del clero, especialmente agustinos (10 casos)

6.    En el siglo XVIII vuelve a haber casos de judaísmo, solicitación y persecución a cristianos viejos (22 procesos)

7.    De 1804 es el último proceso, antes de la disolución definitiva de la Inquisición en 1834.

Todos estos expedientes guardan una información valiosísima aún por investigar detalladamente sobre aspectos esenciales de la vida cotidiana en la villa de El Toboso.



miércoles, 17 de julio de 2024

La novela Un testigo llamado Cervantes

 



La novela Un testigo llamado Cervantes, de Begoña Valero -autora de La casa del compás de oro-, se construye a partir de la investigación de un proceso judicial histórico de Valencia en 1580, en el que se juzgaba la supuesta muerte de un pescador. Entre los testigos del juicio se encontró recientemente la firma de Miguel de Cervantes, y la novelista tira de ese hilo para reconstruir el proceso, así como  la vida de Cervantes en los años previos durante su cautiverio en Argel. La autora va intercalando los detalles de la investigación del supuesto asesinato, el encarcelamiento de los sospechosos, los enredos legales en torno al caso, con los pormenores del cautiverio y los cuatro intentos de huida de Cervantes en Argel. Se recrea con maestría la ciudad de Valencia en ese año, y se articula con verosimilitud un variado muestrario de personajes históricos con otros de ficción. La novela consigue mantenernos atentos hasta conocer el desenlace final. Es un meritorio trabajo de recreación histórica, riguroso en la verosimilitud de los hechos, sin dejar de lado la trama novelesca.


lunes, 8 de julio de 2024

Familiares de la Inquisición, espadazos en la iglesia de El Toboso, huida de la cárcel, intervención del gobernador de Quintanar y favor inquisitorial

 

De forma paralela al entramado judicial de la monarquía hispánica, la iglesia católica desarrolló una propia red judicial con el objetivo inicial de perseguir la hetodoxia religiosa. La estructura organizativa de la Inquisición tenía en el llamado “familiar” una pieza fundamental. El familiar del Santo Oficio se encargaba, más que de funciones directas de espionaje para perseguir la herejía -como reitera Lorena Ortega Gómez en su tesis doctoral-, de ser el agente de dicha institución en las ciudades y enclaves rurales, recogiendo las primeras declaraciones, con la ayuda de un notario y con la supervisión de un comisario, de los denunciantes contra los sospechosos de contravenir la ortodoxia católica. También se encargaba del secuestro de los bienes del encausado, con la ayuda de un alguacil, y en ocasiones de acompañar a la víctima hasta el tribunal eclesiástico. En el caso de El Toboso, el proceso se continuaba en el tribunal inquisitorial de Cuenca. En el Archivo Diocesano de Cuenca se conservan numerosos expedientes relacionados con dicha villa -acusaciones de haber judaizado en el pasado, de ser falsos conversos, brujería, blasfemias, herejías...-, que pasó de tener cuatro familiares en 1560 a siete en 1641 y solo uno en 1706, cuando la población ya se había reducido a la mitad y la institución estaba en plena decadencia. La familiatura del Santo Oficio fue un cargo muy atractivo, especialmente por la protección jurisdiccional que proporcionaba, y también por ciertos privilegios sociales que llevaba asociada, así como el privilegio de portar armas, la limpieza de sangre que se consideraba implícita, la exención de alojamiento de la tropa cuando pasaba por la población, prerrogativas que les asimilaba a la nobleza. Ser familiar de la Inquisición suponía elevarse un escalón sobre el resto de los vecinos y consolidar y proyectar el ansiado ascenso social. Los familiares inquisitoriales articulaban una red de delaciones y sospechas que llenaba de temor a toda la población. Las actuaciones concretas de estos familiares, en ocasiones entraba en conflicto con la jurisdicción ordinaria, siendo muy confusa la línea de demarcación entre la adscripción a la jurisdicción inquisitorial y la común.

Interior de la iglesia parroquial de El Toboso

Puerta chica situada al norte de la iglesia parroquial de El Toboso, actualmente cegada

Por un breve documento del Archivo Diocesano de Cuenca tenemos conocimiento de un suceso ocurrido en 1585 en el que se vieron envueltos dos familiares del Santo Oficio, el doctorEsteban Zarco de Morales, Pedro de Morales Botija y el hijo del primero, Flaminio, en el que tuvo que intervenir el gobernador del partido de Quintanar de la Orden. Esteban Zarco de Morales mandó colocar "una piedra para asiento" de su mujer junto a la sepultura familiar en la iglesia parroquial de El Toboso al lado de la llamada puerta chica, situada al norte, pero su primo Pedro de Morales la mandó quitar por considerar que ocultaba otra de su familia. Esteban Zarco volvió a colocarla provocando la ira de Pedro, que la emprendió a espadazos con Flaminio, el hijo de Esteban, en la propia iglesia. De resultas, Pedro acabó herido y denunció criminalmente al padre, responsable por ser menor su hijo. Esteban Zarco fue encarcelado en la cárcel del concejo por orden del gobernador del partido judicial de Quintanar, que era la instancia competente, pero consiguió convencer al alguacil municipal y huir a Cuenca para intentar acogerse a la jurisdicción inquisitorial. Solicitó la inhibición de la jurisdicción ordinaria en favor de la inquisitorial. A pesar de las resistencias del gobernador del partido de Quintanar de la Orden Núñez de Chaves, Esteban Zarco consiguió el amparo inquisitorial. Pero las discrepancias no acabaron allí porque hubo una intensa controversia epistolar entre los inquisidores y el gobernador de Quintanar sobre a quién competía juzgar al alguacil y carcelero Alexo Martínez Zarco. Sorprendentemente, Pedro de Morales retiró la acusación contra su primo Esteban. Al no haber acusación, los inquisidores decretaron la libertad del doctor Esteban Zarco, pero no se olvidó de su libertador, el alguacil de El Toboso, e intercedió por él ante los inquisidores. Éstos presionaron de nuevo al gobernador de Quintanar, que consideraba razonablemente que el alguacil no era familiar del Santo Oficio y por lo tanto no le correspondía el privilegio inquisitorial. Los inquisidores incluso amenazaron al gobernador y consiguieron hacer prevalecer la jurisdicción inquisitorial sobre la ordinaria y el alguacil acabó siendo  juzgado por el tribunal del Santo Oficio, mucho más benévolo, en un caso de amparo a un familiar inquisitorial. Es un claro ejemplo de cómo el Santo Oficio extendía su poder sobre toda la sociedad de la época, usurpando funciones que correspondían a la administración de justicia del rey.


Primera página del proceso de Pedro de Morales contra Esteban Zarco


miércoles, 12 de junio de 2024

Blasón y emblema

 

Blasón por identificar de una casona de El Toboso, con el yelmo orientado a su izquierda, hacia una estrella de ocho puntas

sábado, 25 de mayo de 2024

La esclava Isabel en la familia del doctor Zarco

 

Entre los grupos sociales de la corona de Castilla en el siglo XVI, no se suele tener en cuenta a los esclavos, aunque en los últimos años se ha venido estudiando (Ser y vivir esclavo, Casa de Velázquez, 2021) su presencia en la mayoría de sus pueblos y ciudades. Y no es ajena a este fenómeno la villa de El Toboso. Por ejemplo, en las disposiciones testamentarias de Catalina de Morales de 1598, la mujer del doctor Esteban Martínez Morales Zarco Villaseñor, se establece como heredero universal a su hijo Flaminio Morales y deja una mejora para su nieto del mismo nombre y prevé la creación de una capellanía en caso de no tener más herederos, pero también se acuerda de su esclava Isabel, que la heredó de su padre. Ésta deberá servir a su marido mientras viva pero después “es su voluntad que el dicho Dr. Zarco la de libertad y dexe libre y horra y que le dexe las hazas y lecho y lo demás que entre ella y su marido tienenlo comunicado para que la dicha Isabel esclava lo goce por los días de su vida” (Archivo Parroquial de El Toboso). 

Por el testamento del doctor Zarco sabemos que a Isabel se le dejaron efectivamente dos hazas de tierra "para que estando libre tuviese algún socorro de donde poder sacar alguna cosa para se mantener", "detrás del cerro de la horca", una de "dos fanegas de cebada en sembradura" y otras "de dos fanegas y media de cebada". Y se especifica expresamente que estas hazas las gozará mientras viva, pero que no las podrá vender ni empeñar. También se especifica que el hijo, Flaminio Morales, deberá pagar cuatro ducados al año a Isabel, "para que mejor pueda pasar su vejez". Así mismo se detalla exhaustivamente que se le deje "una cama de madera, un jergón, un colchón, una cabecera poblada y dos mantas", pero que no las pueda vender ni empeñar y que cuando muera se den al hospital de la villa. Finalmente el doctor por la universidad de Bolonia, constatando su formación legal, no deja ningún cabo suelto, atendiendo a los más mínimos detalles, y dice en su testamento: "Luego que yo muriese sin que le falte cosa alguna atento al buen servicio que la dicha Isabel nos ha hecho, y espero me hará, y quiero que luego que yo muera la susodicha quede libre y horra, sin sujeción alguna, y sin cautiverio y la doy por libre del cautiverio y sujeción que estaba, y ha estado, y le doy poder para estar en juicio y para hacer cualquiera contratos como persona libre desde el punto que yo muera, y porque las dichas tierras que para que en su vida le dejo, mando a mi heredero tenga (...) de las tener bien amojonadas, para que no se le entren en ellas" (Archivo Parroquial de El Toboso). 

Es tal el grado de control que pretende ejercer el doctor Zarco sobre su hijo Flaminio en su testamento que, en relación con las dos hazas que se dejan en usufructo para la esclava Isabel, se especifica cómo ha de cultivarlas, que las barbeche de año y vez, una se siembre de melones y otra de sembradura, dejando bien claro que pasarán a formar parte del mayorazgo del nieto, una vez fallecida Isabel. 

No conocemos más pormenores de la esclava Isabel, ni siquiera su procedencia, un personaje anónimo que apenas vislumbramos a través de unos documentos rutinarios, pero que nos informan de una realidad social más compleja de lo que cabría suponer, donde la esclavitud convivía en la vida cotidiana de la sociedad castellana del siglo XVI. En estos documentos tan manoseados a lo largo del tiempo, buscando el rastro de Dulcinea, nadie vio la presencia de la esclava Isabel. 

Estas disposiciones testamentarias, donde hay un recuerdo expreso para su esclava Isabel, precedidas de encargos religiosos pormenorizados (misas de requiem, suministro de aceite para lámpara perpetua junto al altar mayor de la iglesia parroquial, limosnas...), denotan una voluntad de compensar lo que incluso en aquella época debía considerarse una anomalía, y el deseo de descargar moralmente la situación de abuso en que habían mantenido a Isabel, reducida a la condición de esclava, ante la inminencia de la muerte y la creencia en el juicio divino.

Escudo del doctor Zarco



viernes, 19 de abril de 2024

La persecución inquisitorial de la familia Alonso-Villanueva de El Toboso

 El Archivo Diocesano de Cuenca contiene un conjunto de expedientes inquisitoriales referidos a El Toboso de inestimable valor para conocer aspectos fundamentales de su historia. Gracias a la excelente investigación del historiador Alfonso Ruiz Castellanos disponemos de la transcripción de algunos de estos procesos, por ejemplo, los referidos a la familia Alonso-Villanueva, que fue perseguida con saña desde finales del siglo XV, acusada de prácticas judaizantes.

Mari Alonso (1420-1486) era hija probablemente de padres judíos convertidos al cristianismo después de las persecuciones de fines del siglo XIV, que disponían de una notable hacienda, y se casó con otro judeoconverso procedente de Valencia llamado Gabriel Tristán (1415-1476), sastre de oficio, que llegó a ser regidor y alcalde de El Toboso. Este matrimonio vivió en una casa junto a una de las puertas de la muralla, al lado de las eras de Ayuso, donde se cocían y vendían tinajas, disponiendo de varios criados que los acabarían denunciando. En esta época no había judería en El Toboso, a diferencia de Quintanar de la Orden. Tuvieron una única hija, Catalina Alonso, que se casó con el converso Fernando de Villanueva, de Quintanar de la Orden, apodado el Caballero, que participó en importantes hechos de armas. Este matrimonio murió durante la epidemia de peste de 1483 con apenas unos 40 años de edad, y sus 8 hijos vivieron con su abuela Mari Alonso hasta la muerte de esta en 1486. Desde 1491 se van a iniciar una serie de procesos inquisitoriales contra Mari y Catalina Alonso, Gabriel Tristán y Fernando de Villanueva -es la época del inquisidor Torquemada, la expulsión de los judíos y la persecución de los conversos-, acusados de realizar prácticas judaizantes (no comer tocino, quitar el sebo de la carne, no trabajar los sábados, practicar rezos a la manera judaica, seguir rituales específicos en el nacimiento y en la muerte…), siendo condenados después de muertos (fueron desenterrados sus huesos y quemados públicamente en auto de fe y confiscados sus bienes) y recayendo el oprobio en sus hijos y nietos (quedando inhabilitados para ejercer oficios públicos, y siendo testigos de los sambenitos colgados en la iglesia parroquial).

Los hijos de Catalina y Fernando se establecieron en su mayoría en los pueblos limítrofes. Algunos de ellos van a tener que enfrentarse a los procesos inquisitoriales de sus antepasados y de ellos mismos (María, Gabriel, Diego y Pedro, que acabó huyendo a Roma). Esta influyente familia tuvo numerosos enemigos por cuestiones de poder y personales que van a testificar contra ellos ante el tribunal de Cuenca. De una rama colateral de esta familia fue Fray Luis de León, que también acabaría siendo procesado por la Inquisición.

Restos de una de las puertas de la antigua muralla de El Toboso, junto a la que vivieron Mari Alonso y Gabriel Tristán, su hija y nietos, a finales del siglo XV, perseguidos por la Inquisición.

martes, 16 de abril de 2024

La gran torre de El Toboso

 Aunque la torre de la iglesia parroquial de El Toboso ha servido para rehacer una de las frases más comentadas de El Quijote y dotarla de un significado de mayor alcance - "con la Iglesia hemos topado, Sancho" de carácter anticlerical, en vez de la literal "con la iglesia hemos dado, Sancho"-, el investigador Francisco Javier Escudero nos proporciona datos muy esclarecedores sobre el sustrato histórico detrás del pasaje literario. Gracias a los datos aportados tras su trabajo de años por los archivos de La Mancha, hoy sabemos, por ejemplo,  que la construcción de la gran torre de El Toboso se prolongó durante más de 50 años, y que los habitantes de la villa de El Toboso tuvieron que aportar grandes sumas de ducados para sufragar los gastos y pagar a los canteros. Los principales canteros que intervinieron fueron  Juanes de Verdulaza y  Román de Izaguirre, de origen vasco. El concejo litigó con ellos  por los problemas constructivos detectados y por la reclamación por el retraso en el pago de sus honorarios. Javier Escudero, en su afán de buscar un soporte documental a la gran novela cervantina, llega a decir que el episodio de la segunda parte en el que Don Quijote y Sancho buscan el palacio de Dulcinea y se encuentran con la supuesta gran torre, en realidad sería una ironía, porque en el tiempo en el que se concibió esta  novela aún no estaría terminada la torre, y era notorio en la zona el retraso de las obras. En cualquier caso, hoy podemos contemplar una de las torres más contundentes y de mejor factura de toda La Mancha, testigo del esfuerzo de la villa por dotarse de un símbolo acorde con su ambición.

La torre de la iglesia parroquial de El Toboso. Fotografía de Luis Gómez Gallego


Recientemente, a partir de  la obra de este investigador Las otras vidas de Don Quijote se ha realizado un documental titulado Descubriendo El Quijote






Las investigaciones de María Ghazali sobre El Toboso

  María Ghazali es la historiadora que mejor ha investigado la historia de El Toboso desde su inédita tesis doctoral El Toboso, village de L...