Podríamos decir que gracias a esa corriente de cervantistas empeñados en buscar modelos vivos de don Quijote en El Toboso -casi un género literario en sí mismo- se pudo ofrecer un lugar de peregrinación para los amantes de la obra universal del alcalaíno. Por lo tanto no sería inteligente renegar de dicha corriente, como no reniegan en Verona de Romeo y Julieta, mostrando el balcón de sus encuentros. Eso sí, siendo conscientes de que se trata de una construcción teórica sin pruebas palpables, sin caer en el ridículo de intentar hacer creer a los que visitan el pueblo que Ana Zarco existió y que Cervantes se enamoró de ella y por eso creó el personaje de Dulcinea. Y es que todo foco de atracción turística siempre se adereza con leyendas más o menos ingeniosas y devertidas, pero sin caer en el ridículo.
El Museo Casa de Dulcinea se creó
en el edificio arruinado que perteneció a la familia del doctor Esteban Zarco
de Morales -el hermano de ese tercer eje añadido a Dulcinea y Aldonza Lorenzo,
Ana Zarco-, que sí tiene un sustrato histórico rastreable en los archivos y en
los vestigios que han llegado hasta nuestros días.
En entradas anteriores ya hemos
hablado del fundador de esta estirpe, el
doctor en leyes por la universidad de Bolonia, Don Esteban Martínez Zarco de Morales Villaseñor, que junto a su mujer Catalina de Morales fundó
un vínculo y mayorazgo para sus sucesores en 1599, adscribiendo su casa
principal, el escudo familiar y varias tierras. Le sucedieron su hijo Flaminio
de Morales, que pretendió el reconocimiento de la hidalguía de su padre y la exención fiscal pero tuvo problemas con la justicia,
su nieto del mismo nombre, que según Astrana Marín ejerció como abogado en
Madrid, aunque yo no he encontrado su rastro en el Archivo de Protocolos de la
Comunidad de Madrid. Otro nieto del fundador, Bautista de Morales regentó el
mayorazgo al tiempo que ejercía el patronato creado por su tío Don Alejo
Morales de Nieva para la construcción del monasterio de Trinitarias. Le sucedió
su hija, que se casó y vivió en Alcázar de San Juan y murió sin descendencia en
1713. El vínculo creado por los fundadores estableció que en caso de no haber
descendientes directos se transformase en una capellanía para perpetuar su memoria.
También se establecía la creación de una capilla, pero la valoración de la casa
y los demás bienes no permitían tal empeño, pues especialmente la casa estaba
muy deteriorada después de años de abandono. Con la intervención del toboseño Prior de Uclés Francisco Sánchez Márquez se creó solo la capellanía,
regentada por familiares descendientes de los fundadores. La casa de los fundadores
siguió degradándose y cambiando de manos hasta que como hemos apuntado fue restaurada
y convertida en Museo Casa de Dulcinea en 1967.
Visto el lamentable estado de deterioro desde 2005 que ha ido padeciendo la principal atracción turística de El Toboso, cómo se iban cerrando el palomar y la almazara y cómo todo el Museo Casa de Dulcinea iba degradándose, no podemos dejar de hacer un llamamiento al Museo de Santa Cruz de Toledo y al Ministerio de Cultura, a la Consejería de Cultura de la Junta de Comunidades de Castilla La Mancha, al Ayuntamiento de El Toboso para que pongan en marcha un plan que permita la restauración de un museo que es sin ninguna duda una de las principales señas de identidad de un pueblo como El Toboso tan necesitado de impulsos que detengan la decadencia tan notoria que padece.